Inventario A116conjunto
Clasificación Genérica Escultura; Mobiliario litúrgico
Objeto/Documento Banco de retablo
Autor/a Anónimo
Título Retablo de San Pedro
Conjunto Banco de retablo dedicado a San Pedro
Materia/Soporte Madera
Técnica Tallado
Policromado
Datación 1575-1600
Contexto Cultural/Estilo Renacimiento español. Romanismo
Clasificación Razonada Colocados en origen en el banco de un retablo, según se deduce de su distribución, ingresaron en primer lugar en el Museo Nacional de Escultura cinco relieves que procedían de colección particular. Dos de ellos, de dimensiones alargadas y unidos narrativamente al ocuparse de dos episodios del martirio de San Pedro, ocuparían los espacios centrales, mientras que los tres restantes, de la misma altura pero más estrechos, con alegorías de las virtudes, irían colocados en los netos. Años después ingresaban, en dos etapas, los dos restantes con escenas de la vida del primer pontífice y dos nuevas alegorías.
El conjunto puede datarse en el último tercio del siglo XVI y tras el ingreso de las últimas piezas que conforman el grupo conocemos que su origen estuvo en la actual excolegiata de Santa María de Briviesca. El problema de la uniformidad formal del movimiento romanista en toda la mitad norte peninsular hace más difícil por el momento aproximar cuestiones de autoría, en un proceso de investigación en el que estamos en curso.
Los retablos de este periodo, influenciados por el rigor de la Contrarreforma que tanta incidencia tendrá en el arte religioso de nuestro país, evitan la ornamentación en favor de una depuración que busca desenvolver la claridad narrativa, pensando en su correcta asimilación doctrinal. La glorificación hagiográfica y la exaltación del papado y el martirio son buenos argumentos para reforzar los principios del catolicismo tridentino frente a la extensión del reformismo luterano. San Pedro se convierte en uno de los santos más popularizado, tanto en su ciclo vital como en el tipo iconográfico de su presentación como pontífice máximo y cabeza de la Iglesia Romana.
Aquí las escenas se dividen en dos aspectos de su trayectoria. El primero de ellos, centrado en la vida pública, arranca con la entrega de la primacía a Pedro en el Colegio Apostólico. Cristo le designa como cabeza de la Iglesia, en definitiva la referencia sancionadora de la autoridad papal, que venía a justificar su magisterio desde el inicio mismo de la Iglesia. La segunda de las escenas muestra la liberación de san Pedro por el ángel de la cárcel Mamertita de Roma, como otro de los episodios milagrosos más celebrados de su vida.
El segundo de los aspectos se centra en el proceso martirial. El "Quo vadis, Domine?" responde a una exégesis tardía, a partir de un sermón de san Ambrosio, que insiste en el papel de Roma como lugar preferente de la cristiandad, con una curiosa repetición contrarreformista en la vida de Ignacio de Loyola. Finalmente, la Crucifixión refuerza la validez del martirio, en la imagen del príncipe de los apóstoles en cruz pero boca abajo, indigno de morir del mismo modo que Cristo. La expresión contrastada en la propia anatomía de los personajes, incluso en los tonos empleados en la policromía y la actividad cruel de los verdugos, conforman una representación con la que se exalta la entrega abnegada del primer papa.
Entre los episodios vitales de san Pedro, las alegorías y el simbolismo de las Virtudes, como mujeres vestidas al modo clásico, colaboraron a esa permanente idea de lección que pretende ser el retablo romanista. Es una forma de personalizar los sentimientos y de humanizar las actitudes que tendrá un éxito inusitado en el vocabulario formal de la cultura europea. La Templanza, en su tradicional actividad de mezclar el agua a diferente temperatura para lograr el equilibrio, se suma a la Fortaleza, la Caridad, la Prudencia y la Inocencia, cada una con sus atributos correspondientes que las hacían legibles visualmente por la sociedad de su tiempo.
La talla se caracteriza por la planitud del relieve, la corpulencia de las figuras, el volumen del plegado o la inspiración clásica en rostros y actitudes, basada muchas veces en el recetario de la Antigüedad. El ejemplo más evidente de esta mirada al pasado está en la postura de la figura que cierra la composición en el relieve de la Crucifixión, cuyo origen se rastrea sin duda en las imágenes antiguas de los faunos presentes en los cortejos báquicos que ilustran relieves romanos, portadoras de cántaros sobre los hombros o tañendo dobles flautas de Pan.
El escultor empleó parcialmente este tipo de diseños, a los que se une el seguimiento fiel de fuentes impresas. En estampas flamencas de la década de los años setenta, siguiendo composiciones de Stradanus o de Vos, se encuentran evidentes paralelos que ponen de manifiesto el uso de este tipo de recursos en el contexto de una cultura visual común.
Bibliografía ARIAS MARTÍNEZ, Manuel. Escenas de la vida de San Pedro Apóstol. Alegorías de virtudes. Museo Nacional de Escultura: colección. 2015. pp. 160-161.

ARIAS MARTÍNEZ, Manuel. Martirio de San Pedro Apóstol. Alegorías de la Fortaleza y la Templanza. En: URREA FERNÁNDEZ, Jesús(dir). Museo Nacional de Escultura II: La belleza renacentista. Valladolid (m): 2004. pp. 50-51.

ARIAS MARTÍNEZ, Manuel; LUNA MORENO, Luis. Museo Nacional de Escultura. Madrid (m): 1995. p. 68.

BOLAÑOS ATIENZA, María. Entrega de llaves a San Pedro. El Museo crece: Últimas adquisiciones 2005-2010. Madrid (m): 2011. p. 99.
Catalogación Arias Martínez, Manuel
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